viernes, 27 de noviembre de 2009

Clever Hans, el caballo que se sabía todas las respuestas.





A todos los que vivimos el mundo de la equitación, sea de forma profesional o bien amateur como es mi caso, nos sorprende la fuerte capacidad de percepción que los caballos tienen de los estímulos del medio ambiente y de todo lo que le rodea.
Las especies depredadas deben ser más perceptivas que los depredadores para sobrevivir. Esta es la razón por la cual el caballo es una especie altamente perceptiva. Muchas veces, decimos que el caballo parece que tiene “telepatía”, que nos lee la mente.
Pues bien, buscando historias antiguas (que por cierto a mí me apasionan), he encontrado una que viene a corroborar esa impresión que os explico respecto a la percepción receptiva de nuestros caballos.




Es la historia del caballo árabe Clever Hans.




A comienzos del siglo XX en Alemania, hubo un famoso caballo árabe llamado Clever Hans, que deslumbró a multitudes con sus supuestas habilidades para resolver operaciones matemáticas. El caballo, ente una pregunta sobre cuál sería el resultado de una operación matemática, respondía dando golpes en el suelo hasta llegar a la cifra correcta, despertando admiración por parte de los espectadores.
En aquel entonces la opinión pública estaba especialmente interesada en la inteligencia animal debido en gran parte a las entonces recientes publicaciones de Charles Darwin.




Hans era un caballo propiedad del señor Wilhelm von Osten, que era un profesor de matemáticas, entrenador de caballos, frenólogo. Y algo de místico.
A Hans se le enseñó a sumar, restar, multiplicar, dividir, trabajar con fracciones, decir la hora, realizar un seguimiento de la agenda, diferenciar los tonos musicales, y leer, deletrear. También acertaba con sus respuestas a preguntas más rebuscadas, tales como adivinar la fecha de un “tercer viernes” en un mes determinado.
Las exhibiciones del caballo Hans, que nunca cobraban entrada, se hicieron famosas e incluso apareció en un artículo en el New York Times.




Debido a la gran cantidad de interés suscitado, la junta de educación de Alemania nombró una comisión para investigar las afirmaciones científicas de von Osten. El filósofo y psicólogo Carl Stumpf formo un grupo de 13 personas, conocido como la “comisión Hans” .





Esta Comisión estaba integrada por un veterinario, un gerente de circo, un oficial de caballería, una serie de maestros de escuela, y el director del jardín zoológico de Berlín. Esta comisión concluyó en septiembre de 1904 que no había trucos que estuvieron involucrados en las exhibiciones de Hans.




La comisión desvelaría al propio entrenador que era víctima de un supuesto “engaño” por parte de su caballo.
Clever Hans, sólo había aprendido a sacar provecho de lo que los humanos llamaríamos cognición animal, o traducido, el proceso por el cual un animal interpreta la información y las reacciones de las personas que lo rodean.




Lo que explica el fenómeno del caballo Clever Hans no era más que un comportamiento tan simple como efectivo: el caballo respondía a la pregunta de “dos más dos”, no con cuatro golpes, sino con tantos golpes como los que fueran necesarios hasta provocar algún tipo de reacción identificable en los espectadores o en su propio entrenador, una mínima señal de que debía detenerse.




En definitiva, descubrieron que el caballo era sensible al lenguaje corporal del público. Así, cuando su dueño, o cualquier otra persona, le preguntaba el resultad de cinco más tres, el animal notaba que la gente tensaba sus cuerpos, llenos de expectación y entonces comenzaba a golpear en el suelo. Cuando golpeaba ocho veces, la gente se relajaba, sorprendida, y el caballo se detenía y recibía un premio.



Tras las pruebas, se determinó que en caso de realizar las preguntas en un ambiente aislado y con otros interrogadores distintos a su entrenador, el caballo podía llegar a dar una respuesta correcta en muchas ocasiones con una capacidad asombrosa. La condición que siempre debía cumplirse para llegar a buen puerto, era que el interrogador o el entorno debían saber la respuesta correcta.



Si el interrogador o el público no sabía la respuesta, el caballo se quedaba “en blanco”, o golpeando eternamente. Pero eso, no sucedería nunca en un espectáculo por una razón simple: nadie realizaría al caballo una pregunta sobre la que desconociera la respuesta.




Lo que demostró el estudio de la comisión Hans, es la increíble capacidad de percepción de los caballos, capaces de detectar pequeñas señales involuntarias del propio interrogador, quien con movimientos inconscientes induce una respuesta correcta.



Nuestra poca capacidad para reprimir la posibilidad de guardarnos una respuesta, provoca el que bautizarían como efecto Clever Hans, un riesgo latente en cada experimentación sobre cognición animal, o incluso, en estudios de psicología cognitiva o social.”

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